<b><br></b>Discurso de Alejandro L. Madrid na abertura do prêmio Casa de las Americas<br><br><a href="http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=6776">http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=6776</a><br>
<br><b>“Solo un enfoque multidisciplinar nos permitirá escapar de las
trampas disciplinares de la musicología para dejarnos formular otras
preguntas” </b>
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por <b>Alejandro L. Madrid</b>
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María Elena Vinueza me ha invitado a ofrecer algunas reflexiones a
manera de obertura al Premio de Musicología Casa de las Américas 2012.
Siendo el miembro más joven del jurado de esta edición, esta deferencia
me honra aunque no sé si la merezco. Sin embargo, acepto este compromiso
y lo aprovecho para hacer una declaración de principios en la que
espero exponer algunas ideas propias en relación con conceptos y
opiniones que he escuchado en los últimos días de mis colegas en el
jurado.<br><br>Son ya treinta y tres años desde que Argeliers León
convocó al primer Premio de Musicología en 1979. En aquellos años el
Premio se constituyó como un espacio de convergencia único para los
criterios y esfuerzos que informaban y constituían el quehacer
musicológico en nuestra América; los cuales permanecían mayoritariamente
aislados.
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A lo largo de estas tres décadas el Premio se ha vuelto indispensable en
la vida intelectual y musical de Latinoamérica y el Caribe, y es, sin
duda, el evento académico de su tipo más prestigiado en el mundo de
habla hispana. Desde Francisco Curt-Lange, María Teresa Linares y Malena
Kuss hasta Mario Lavista, Héctor Tosar y Daniel Viglietti, el Premio de
Musicología ha sido la excusa ideal para que la Casa de las Américas
haya aglutinado a algunos de los académicos, investigadores y
personalidades más importantes e históricos de la música
latinoamericana.
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Los trabajos premiados a lo largo de estos años han sido modelo y guía
para musicólogos y latinoamericanistas en todo el mundo, y atestiguan la
profunda transformación que la disciplina ha experimentado en América
Latina en los últimos lustros; transformación instigada, en no poca
medida, por el Premio Casa de las Américas. Así, el Premio ha
atestiguado el giro del cientificismo que dominó la década de los
ochenta al culturalismo que ya es evidente a finales de los noventa y
del énfasis en la obra o práctica musical como reflejo de la sociedad en
esa década al estudio de la música como configuración de realidades en
obras más recientes.
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El mundo de principios del siglo veintiuno es muy diferente al que vio
nacer al Premio en la década de los setenta. Vivimos un tiempo de crisis
económica, social e ideológica a nivel global; se trata de un contexto
de capitalismo desbocado en el que las humanidades se han visto atacadas
de una manera inusual por no encajar en el modelo utilitario que el
capital transnacional nos impone.
<br><br>
Sin embargo, si las humanidades son una “idea eterna” como lo afirma
Slavoj Zizek, lo son, precisamente, por tener la habilidad de reinventar
continuamente sus paradigmas y así ayudarnos a entender nuevas
situaciones históricas. Sin importar su juventud entre las humanidades,
la musicología no puede ser la excepción. Al revisar el desarrollo del
Premio de Musicología Casa de las Américas podemos darnos cuenta de los
diferentes giros epistemológicos que han informado la disciplina en los
últimos treinta años como respuesta a una serie de coyunturas históricas
inéditas. La presente crisis académica, social y presupuestal global es
precisamente uno de los momentos en que la musicología y sus
instituciones necesitan reinventarse. Sin embargo, esta reinvención no
puede ceder ante los modelos utilitarios que pretenden definir a las
humanidades desde fuera; debe ser una transformación que identifique y
critique los modelos ideológicos que la musicología ha ayudado a
reproducir.
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La musicología como disciplina nació como una herramienta de los
proyectos nacionalistas de finales del siglo diecinueve y principios del
siglo veinte. Como tal, ha ayudado a construir, reproducir y
naturalizar estructuras y categorías como “nación”, “imperio”,
“frontera”, etc. Si bien esta perspectiva fue muy importante para
entender formaciones sociales, culturales y políticas en el contexto del
neocolonialismo, en la actualidad pierden de vista al capital
corporativo transnacional como el verdadero enemigo a cuestionar o a los
flujos transnacionales de gente que este genera y los nuevos tipos de
circuito identitarios que promueve.
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Tal vez es ahora el momento de regresar al espíritu latinoamericanista
que inspiró la creación del Premio Casa de las Américas para
resignificarlo desde una perspectiva intelectual transnacional que nos
permita entender mejor la fluidez del mundo en el que vivimos. Este giro
posnacional (en el sentido de dejar atrás al estado-nación como unidad
interpretativa) puede ayudarnos a desarrollar una musicología que
articule las discusiones que actualmente ocupan a las humanidades y las
ciencias sociales.
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Como musicólogos recibimos un entrenamiento que en muchos casos sigue
privilegiando textos y valor estético. Aprendemos a analizar estructuras
de organización sonora, a decodificar antiguas formas de escritura y
notación, a rastrear pistas en bosquejos musicales y a encontrar
patrones musicales estilísticos en un intento por entender el supuesto
significado unívoco de la música. Este tipo de trabajo lo que hace es
validar criterios estéticos y cánones musicales en lugar de cuestionar
cómo estos son construidos y lo que significan para aquellos que luchan
por mantenerlos o por deshacerse de ellos. Estas perspectivas
privilegian el documento o el texto como recipientes de valor, ignorando
las muchas formas sociales y culturales en que la música adquiere
significado de manera dialógica. Este tipo de acercamiento no nos
permite explorar los motivos por los cuales nos sentimos tan cercanos a
la música y que, en mi opinión, son los que la hacen relevante como una
entrada para entender prácticas culturales.
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Una de las características más significativas de la música es que todos
creamos conexiones muy personales y emocionales con ella; todos tenemos
el derecho de reclamar como nuestra la música que nos mueve. De esa
manera, la música tiene un papel muy poderoso en la construcción de
circuitos y redes identitarias, en el desarrollo de sentidos de
distinción y en la acumulación de capital cultural. Sin embargo, la
musicología disciplinar no ofrece el marco para explorar lo que pasa
cuando la música sucede. Solo un enfoque multidisciplinar nos permitirá
escapar de las trampas disciplinares de la musicología para dejarnos
formular otras preguntas.
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Estoy convencido de que el posnacional y el post-disciplinar son los giros que pueden ayudarnos a sacar a la disciplina del <i>ghetto</i>
académico en el que se encuentra, ponerla en diálogo con otras
disciplinas y hacerla relevante en un contexto intelectual más amplio.
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Sin más preámbulo y en nombre de mis distinguidos colegas, Marita
Fornaro, Iliana García, Bernardo Íllari y Katrin Lengwinat, es un honor
para mí declarar inauguradas las sesiones de trabajo de la décimo
tercera edición del Premio de Musicología Casa de las Américas.
<br clear="all"><br>-- <br><div>carlos palombini<br></div><a href="http://www.researcherid.com/rid/F-7345-2011" target="_blank">www.researcherid.com/rid/F-7345-2011</a><br>